Caminar
por las calles de una ciudad mirando con atención puede dar idea de cómo son
sus habitantes, en qué condiciones viven, e incluso de lo que allí se cuece políticamente.
Como cada
verano, he paseado unos días por Palma de Mallorca.
Es Baluard, Sa Riera, Parc de Sa Feixina |
Bou, de Santiago Calatrava.
Es Baluard
|
Parc de la Mar, La Almudaina,
Catedral
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Playa Can Pere Antoni, junto a Parc de la Mar |
La ciudad, preciosa como siempre, pero esta vez caminar por sus calles me ha producido una sensación
agridulce.
He visto la cara crispada de la crisis.
Se
reflejaba en infinidad de carteles colocados en fachadas, puertas, ventanas y balcones.
etc., etc.
Había
algo común en los carteles: todos, sin excepción, estaban escritos en
español, y algunos también en inglés o alemán. Ninguno en catalán.
Es
evidente que en Palma no ponen multas por ello. Y que los ciudadanos gozan de
libertad para decidir lo que más conviene a la hora de rotular.
Desde hace años, el Ayuntamiento de Palma ha ido eliminando el español de los nombres de las calles, sustituyéndolo por el catalán de Pompeu Fabra, aunque en algún caso han adjuntado una placa en mallorquín.
Ahora he
visto que el Ayuntamiento practica cada vez más el bilingüismo en el espacio público.
Y ofrece
calles para publicidad en español.
El
nacionalismo pancatalanista psicocultural no ayuda a superar la crisis que
sufrimos, la agrava. Es la economía,
estúpido, diría Bill Clinton. Un planteamiento político identitario orientado a la separación
de España de lo que llaman Països Catalans perjudica a la economía de toda Europa
y, especialmente, a la de estas regiones.
La crisis, no obstante, parece ir bien a los antisistema graffiteros, que han llenado Palma con sus pintadas, al igual que Barcelona y otras ciudades permisivas.
Reconozco
que algunos graffiti son decorativos.
Pero muy
pocos.
La
mayoría son una porquería, cuya limpieza les cuesta millones a los ciudadanos
que cumplen las leyes.
Pero a
los antisistema no les importa, no temen a la justicia. Han pintado incluso en
las paredes del tejado del edificio de JUZGADOS, el de la Avenida de Alemania, que tanto respeto impone a Urdangarín y a Ruiz-Mateos:
La
crisis, por el contrario, sienta mal a los que le plantan cara con estelada. Como a MAULETS, ahora unidos a CAJEI con el nombre de ARRAN.
Su
estelada separatista ha caído muy bajo, a nivel basura.
O sucio
graffiti.
Palma no
va de separatismo identitario pancatalanista, ni de ningún otro tipo. Y menos
en tiempos de crisis económica. Quiere seguir siendo parte de España. Y eso se
nota caminando por sus calles.
Varias
semanas después de finalizar la Eurocopa 2012, que ganó brillantemente la Roja,
he podido ver banderas españolas en muchas ventanas y balcones. Como la emoción
deportiva no dura mucho, creo que esta voluntad de exhibir tanto tiempo la
bandera de España debe interpretarse como una oposición al pancatalanismo
separatista.
etc.,
etc.
La crisis
obliga a razonar con los pies en el suelo. La
realidad se impone al mito. Este verano he visto a Palma de Mallorca más unida
a España y más alejada del pancatalanismo político.
Construir
naciones identitarias en el siglo 21 globalizado, para levantar nuevas fronteras
fragmentando estados miembros de la UE del Euro, es de insensatos. El mito político llamado Països Catalans es el Estat Propi de la nación
identitaria que construyen ERC, SI, Reagrupament, CUP y las juventudes de todos
los partidos nacionalistas catalanes.
¿Insensatos?
Tal vez el adjetivo adecuado para muchos de ellos sea vividores. Como los que viven
de mitos religiosos que, en el fondo, saben que son falsos.