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martes, 4 de septiembre de 2012

En PALMA la CRISIS hunde al PANCATALANISMO


Caminar por las calles de una ciudad mirando con atención puede dar idea de cómo son sus habitantes, en qué condiciones viven, e incluso de lo que allí se cuece políticamente. 
Como cada verano, he paseado unos días por Palma de Mallorca.
Es Baluard, Sa Riera, Parc de Sa Feixina 

Bou, de Santiago Calatrava. Es Baluard      

Parc de la Mar, La Almudaina, Catedral
Playa Can Pere Antoni, junto a Parc de la Mar
La ciudad, preciosa como siempre, pero esta vez caminar por sus calles me ha producido una sensación agridulce.
He visto la cara crispada de la crisis.
Se reflejaba en infinidad de carteles colocados en fachadas, puertas, ventanas y balcones.
etc., etc.

Había algo común en los carteles: todos, sin excepción, estaban escritos en español, y algunos también en inglés o alemán. Ninguno en catalán.
Es evidente que en Palma no ponen multas por ello. Y que los ciudadanos gozan de libertad para decidir lo que más conviene a la hora de rotular.

Desde hace años, el Ayuntamiento de Palma ha ido eliminando el español de los nombres de las calles, sustituyéndolo por el catalán de Pompeu Fabra, aunque en algún caso han adjuntado una placa en mallorquín.
Ahora he visto que el Ayuntamiento practica cada vez más el bilingüismo en el espacio público.
 Y ofrece calles para publicidad en español.
 
El nacionalismo pancatalanista psicocultural no ayuda a superar la crisis que sufrimos, la agrava.  Es la economía, estúpido, diría Bill Clinton. Un planteamiento político identitario orientado a la separación de España de lo que llaman Països Catalans perjudica a la economía de toda Europa y, especialmente, a la de estas regiones. 

La crisis, no obstante, parece ir bien a los antisistema graffiteros, que han llenado Palma con sus pintadas, al igual que Barcelona y otras ciudades permisivas. 
Reconozco que algunos graffiti son decorativos.
Pero muy pocos.
La mayoría son una porquería, cuya limpieza les cuesta millones a los ciudadanos que cumplen las leyes.
Pero a los antisistema no les importa, no temen a la justicia. Han pintado incluso en las paredes del tejado del edificio de JUZGADOS, el de la Avenida de Alemania, que tanto respeto impone a Urdangarín y a Ruiz-Mateos:


La crisis, por el contrario, sienta mal a los que le plantan cara con estelada. Como a MAULETS, ahora unidos a CAJEI con el nombre de ARRAN.


En mi barrio de Barcelona van de la mano con el Ayuntamiento.


Pero no en Palma, donde a los pancatalanistas que se saltan la ley los juzgan y castigan.


Su estelada separatista ha caído muy bajo, a nivel basura.

O sucio graffiti.
Palma no va de separatismo identitario pancatalanista, ni de ningún otro tipo. Y menos en tiempos de crisis económica. Quiere seguir siendo parte de España. Y eso se nota caminando por sus calles.

Varias semanas después de finalizar la Eurocopa 2012, que ganó brillantemente la Roja, he podido ver banderas españolas en muchas ventanas y balcones. Como la emoción deportiva no dura mucho, creo que esta voluntad de exhibir tanto tiempo la bandera de España debe interpretarse como una oposición al pancatalanismo separatista. 

  etc., etc.


La crisis obliga a razonar con los pies en el suelo. La realidad se impone al mito. Este verano he visto a Palma de Mallorca más unida a España y más alejada del pancatalanismo político. 

Construir naciones identitarias en el siglo 21 globalizado, para levantar nuevas fronteras fragmentando estados miembros de la UE del Euro, es de insensatos.  El mito político llamado Països Catalans es el Estat Propi de la nación identitaria que construyen ERC, SI, Reagrupament, CUP y las juventudes de todos los partidos nacionalistas catalanes.
¿Insensatos? Tal vez el adjetivo adecuado para muchos de ellos sea vividores. Como los que viven de mitos religiosos que, en el fondo, saben que son falsos.